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ellaxellala

¿Es importante mi vida profesional?

¿Recuerdas qué contestabas cuando te preguntaban qué querías ser de grande? La verdad que yo no, lo que sí recuerdo es que mis juegos favoritos eran jugar a las vendedoras, a las secretarias y escribir recetas a pacientes imaginarios en una libreta vieja de mi abuelo doctor. Por mucho tiempo pensé que sería doctora aunque un día ya de más grande encontré esa libreta de recetas que usaba para jugar y resulta que lo único que estaba escrito eran nombres de medicamentos inventados y el precio. Parece que estaba más interesada en cobrar que en curar.


Cuando tuve que elegir qué estudiar terminé eligiendo por descarte. A los 16 años nos hicieron una prueba vocacional en el colegio y el resultado fue que podía estudiar cualquier cosa, aunque me sugerían ciencias económicas. Y eso hice.


Hoy una de las preguntas más frecuentes que escuchamos de forma directa o indirecta es cuál es nuestro propósito. Confieso que tengo algunos conflictos con esa pregunta como generalista sin vocación que soy. Creo que estaría increíble que todos tuviéramos super claro qué vinimos a hacer a este mundo, pero en mi caso y en el de muchos otros, aún seguimos en proceso de descubrirlo.


Aún sin tener claro cuál es ese gran propósito que nos mueve es posible tener trabajos que consideramos son necesarios y crean valor para alguien, en mi caso bienestar financiero a miles de personas.


Además de propósito y creación de valor, el trabajo nos puede dar otras cosas importantes como adquirir conocimiento sobre temas que nos interesan, desarrollar habilidades que no teníamos, conocer personas interesantes y el más obvio, dinero con el que pagar nuestras obligaciones.


En el caso de las mujeres su trabajo se percibe como una actividad opcional y secundaria. La realidad es que la historia del trabajo remunerado en las mujeres es una historia corta que se vio impulsada por la Revolución Industrial y las Guerras Mundiales con condiciones de trabajo inferiores a la de los hombres. En la década del 60 las mujeres comenzaron a trabajar en tareas administrativas y a partir de la década del 70 su participación comienza a crecer.


Sin embargo, esta percepción de trabajo opcional no es real. Según cifras del INEGI de 2020, el 33 por ciento de los hogares en México tienen a mujeres como jefas de hogar y esta cifra ha crecido en comparación al 2010 donde era el 25 por ciento. En la mayoría de los países latinoamericanos se ve el mismo fenómeno, porcentajes por encima del 30 por ciento y un aumento en comparación con años anteriores. Según este estudio “el aumento de la jefatura femenina se ha explicado fundamentalmente por la mayor intensidad en las rupturas conyugales y el avance del envejecimiento poblacional, que provoca un incremento de los hogares encabezados por mujeres separadas, divorciadas o viudas. Otras explicaciones apuntan también a una mayor autonomía de las mujeres, dado el crecimiento de su participación en el mercado de trabajo y el sistema educativo, que facilita su independencia económica y la elección de distintas opciones de vida.”

El crecimiento de las mujeres en el sistema educativo ha sido tal que hoy se gradúan más mujeres que hombres de las universidades. Según el estudio Educación Superior en México elaborado por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) “Aunque las mujeres representan el 53.1% de los egresados con un primer título de educación superior, más de una de cada cinco no participan en el mercado laboral. Su tasa de inactividad es tres veces mayor que la de los egresados varones (21.3% frente a 6.9%) y su tasa de ocupación es inferior (74.2% frente a 87.9%) (OECD, 2018). Esto puede atribuirse en parte a cuestiones culturales, pero también a prácticas empresariales discriminatorias contra la mujer, y especialmente contra aquellas con hijos de corta edad.”


En Estados Unidos los hombres representan sólo el 40 % de los estudiantes universitarios en el periodo 2020-2021. De acuerdo a un artículo del Wall Street Journal los hombres están abandonando sus estudios universitarios a niveles récord. También menciona que el 65% de las alumnas recibieron su título universitario en el 2018, en comparación con el 59% de los hombres durante el mismo periodo y que si esta tendencia continúa, en los próximos años dos mujeres obtendrán un título universitario por cada hombre.


Aunque hoy hay más mujeres que nunca con educación superior, incluso más que los hombres, existe una brecha muy amplia entre la participación económica de los hombres y de las mujeres. “Incluso antes de la pandemia, la participación laboral de las mujeres en México fue tan solo de 45 por ciento en 2019, comparado con 77 por ciento para los hombres, una brecha de 32 puntos porcentuales. De los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), sólo Turquía e Italia tienen menor participación laboral de la mujer, y en América Latina y el Caribe, México está solo por encima de Guatemala.” Es decir que México es uno de los países con menor participación de mujeres en el mercado laboral. Curiosamente entre las edades de 30 a 49 años la tasa de participación de los hombres es del 95 por ciento y la de las mujeres 60 por ciento. Y además, las mujeres que conviven en pareja, sea matrimonio o unión libre, trabajan menos horas a la semana que las mujeres solteras y por supuesto que los hombres que también están casados o en unión libre.


Entonces tenemos mujeres mejor preparadas que nunca pero todo este conocimiento adquirido no está siendo aprovechado al máximo, no está creando el valor que podría estar creando ya que en muchos casos nunca se pone en práctica, o se pone en práctica por un tiempo pero luego se abandona. La respuesta a por qué se abandona es una que creo todos sabemos pero raramente hablamos, se da por sentado que así es. Una vez que llegan los niños a las familias una lista infinita de tareas se suman a las responsabilidades de esa pareja y seguramente esta pareja sin la preparación adecuada termina tomando una decisión de suma cero, donde uno pierde y el otro gana.

Hay pocas probabilidades de tomar mejores decisiones si no conocemos las consecuencias que estas decisiones pueden implicar, sobre todo si son cambios que desafían el staus quo y generan incomodidad y cambios profundos. La realidad es que las actividades dentro del trabajo no remunerado “son realizadas principalmente por las mujeres. Lo anterior obstaculiza las oportunidades de las mujeres para acceder al mercado laboral o hacerlo en condiciones más favorables, así como también su participación en las actividades sociales, recreativas y de capacitación.” Las mujeres dedican más del doble de horas al trabajo no remunerado que los hombres aún en los casos donde trabajan de forma remunerada más de 40 horas semanales. Y esta situación es igual para todos los grupos de edad, siendo la brecha más amplia para el grupo de 30 a 39 años.


Llegan los niños a las familias, las responsabilidades crecen de forma exponencial, aumenta la presión, se tienen que tomar decisiones difíciles y la mujer termina abandonando su carrera si no es jefa de hogar, trabajando menos horas o bajando sus expectativas laborales para poder liberar el tiempo que se necesita aunque de todas formas termina exhausta y sin tiempo para nada.


A corto plazo puede parecer la decisión más razonable sobre todo cuando el ingreso económico de la mujer es menor al del hombre, sin embargo dejar de tener ingresos propios puede limitar nuestras opciones y por lo tanto nuestra libertad. Desde dejar una pareja que nos hace infelices, afrontar enfermedades, pandemias, crisis económicas, una viudez hasta decidir qué muebles o zapatos comprar y qué clases adicionales queremos para nuestros hijos. Los trabajos estables de nuestras parejas pueden dejar de serlo un día cualquiera, esas carreras prometedoras se pueden y se terminan sin previo aviso, los ingresos que parecían suficientes ya no lo son y esa decisión que parecía tan racional simplemente fue una pésima decisión de vida.


Pero incluso más importante que no poner todos los huevos en una misma canasta y mantener el poder de tomar decisiones dentro de la familia, está el hecho de que al dejar o disminuir nuestras aspiraciones laborales posiblemente abandonemos la mentalidad de crecimiento que Carol Dweck explica en su libro Mindset. Esta mentalidad de crecimiento se caracteriza por personas que les gustan los retos, la búsqueda de la autosuperación, son resilientes y hace que las personas crezcan ante las dificultades. Dice la autora que “para la mentalidad de crecimiento es casi inconcebible desear algo mucho, creer que tienes la posibilidad de lograrlo y no hacer nada para conseguirlo.” Lo bueno es que la mentalidad de crecimiento se puede trabajar y mantenerse en la fuerza laboral es una buena forma de estar expuesto a retos constantes. Y qué es estar en la fuerza laboral hoy se ve de distintas maneras, no tiene que ser siendo doctora como tu abuelo o en la carrera de la rata en una empresa. Tal vez tengas el trabajo de tus sueños, tal vez no, pero estar en constante búsqueda de superación te puede llevar no solo a encontrar cuales son esos sueños y cumplirlos sino también a lugares que no habías imaginado antes. Las mujeres somos más de la mitad de la población, no tiene sentido tirar nuestros talentos a la basura sin ni siquiera intentar ponerlos en práctica. Aún cuando el mundo nos grite que nuestros talentos no son tan importantes, aún cuando nosotras nos gritemos que nuestros talentos no son tan grandiosos, aún cuando la sociedad espere que nos mantengamos en nuestra casa, aún cuando el mundo laboral no quiera darnos nuestro lugar y le cueste reconocer nuestras aportaciones, aún así debemos buscar convertirnos en nuestra mejor versión. Esa frase es tan trillada como cierta, la tuve escrita y pegada en mi cuarto en la casa de mi mamá por tantos años que el papel se volvió amarillo. La tenía escrita en inglés y decía “Be my best”, tres palabras tan sencillas y tan poderosas. Dónde la escuché no sé, pero tuve la fortuna de haberla escuchado y que resonara tanto en mí que la mantuve frente a mis ojos para tenerla presente cada día. Hay algo dentro de ti que este mundo necesita, estoy segura de eso, no dejes de buscarlo.



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